Es el alma del pueblo la del santo,
pues la separación
no concibe, y abraza con su encanto,
que es la música de su corazón,
a toda la nación,
tendiendo sobre sí de amor un manto.
Él es todo bondad,
sin flébil catecismo,
y, en cumbre y en abismo,
ofrenda la feliz divinidad
común y de sí mismo,
y expresa su infinita libertad.
¡Abrid vuestras orejas,
y abandonad los antros y las rejas!,
que aquí está vuestro Hijo,
que es el Hijo de Dios, hijo que elijo
como elijo a los niños, a las viejas
y a los ángeles, mas no al crucifijo.
Lao Tsé
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