Prólogo

El libro que aquí se ve
me lo ha dictado Lao Tsé
desde el fondo de mi alma;
si te placen y dan calma
estas verdades del Tao,
dale las gracias a Lao;
mas si en él no ves virtud,
para mí tu ingratitud...
¡Que con la Gracia del Tao,
el menda ya está pagao!

Jesús María Bustelo Acevedo

I

El Tao de verdad no puede asirse,
ni puede por el hombre ser nombrado,
que no existe palabra entre sus lenguas
que pudiera expresarlo.

Su nombre es ese génesis perenne
y la madre inmortal de inmaculado
corazón que florece en su misterio
siempre multiplicándonos.

Comparte en el no-ser cuantos enigmas
son accesibles al poder humano,
y somos como somos
cuando somos junto a su ser sagrados.

Ser y no-ser es en verdad lo mismo
en diferentes voces disfrazado,
y a su infinita y pura desnudez
oscuridad llamamos.

Aquel que la oscurice
tiene toda su autoridad a mano,
la puerta del espíritu del hombre
y aquella que da acceso a lo más alto.

Lao Tsé

II

Sólo ven la belleza en la belleza,
pero nunca la ven sus corazones.
Sólo ven la bondad en la bondad,
y sus miradas torpes
desvelan la malicia
de sus enfermas interpretaciones.

Mas el no-ser y el ser se necesitan
para ser y no ser, como eslabones,
y lo simple y complejo
como lo diminuto con lo enorme.

Se abrazan las estrellas y los átomos,
y al Infinito llegan nuestras voces,
y el ayer y el mañana sólo existen
en las curvas del mundo de los hombres.

Por eso el santo elige
calibrar sus acciones,
y grita sus verdades sin palabras,
y permite que broten
en el Edén perenne de la vida
cada entidad con todos sus colores.

Multiplica los bienes
sin que jamás los tome,
ni le atrapan sus obras consumadas
y por ello perduran sus acciones.

Lao Tsé

III

No adules a los hombres por sus obras
si quieres mantener la paz del pueblo,
ni estimes los tesoros que codician
los infelices necios,
no sea que los otros
se vuelvan como ellos.
No exhibas lo que enciende al envidioso
que ni sabe ni pudo poseerlo,
porque es para su alma una tortura
más grande y dolorosa que el Infierno.

El santo en su sapiencia
ejerce poderoso su gobierno,
llenando sus barrigas,
vaciando sus anhelos,
debilitando su ignorancia cínica,
dando fuerza a cada uno de sus huesos.

Practicando el no-hacer,
todo resulta hecho.

Lao Tsé

IV

El Tao es la cantimplora
que alberga todos los ríos,
padre de los albedríos
y la esencia creadora.

El Tao marca el lunar
de todo el refinamiento,
y no existe ocultamiento
que no pueda desvelar.

Armoniza en su virtud
todo un mar de cualidades,
confirma las libertades
y devuelve la salud.

Nunca puede perecer
ni tiene base o reposa,
y no existe dios ni diosa
que no le deba su ser.

Lao Tsé

V

No entiende el Universo de pasiones humanas,
y todo lo mundano es simplemente
un ejército fiel de marionetas;
lo mismo le sucede
al santo que mañoso
da fruto en los desiertos de la gente.

El Universo eterno,
infinito, innombrable, permanente,
está lleno de música
que quien sus alas mueve
sólo puede abrazar en su silencio
siendo el rey de su voz perennemente.

Mas la cotorra estatua que remeda
ni ella misma se entiende, y si lo hiciere
de vergüenza y fatal aburrimiento
en su jaula se muere.

Lao Tsé

VI

Nunca puede ni el tiempo ni el espacio,
ni el caos, ni el veneno, ni la trola,
matar la Eternidad feliz del Valle
cuya fértil verdad jamás se agota.

El Valle de la danza y la pureza
que no pudo venir ni vendrá nunca,
en cuyo umbral perenne permanecen
las vísceras de una mujer oscura.

Esa Madre inmortal que es la raíz
del Todo, de la Nada y del Edén,
de ese Valle de risas que no muere
y que plácido habita en cada ser.

Lao Tsé