LXIV

No resulta difícil conservar
aquello que descansa y no se mueve.
Es fácil de prever lo previsible
que el porvenir albergue.
No es nada complicado
hacer que lo que es frágil se nos quiebre.
Ni lo que poco abarca
lograr que se disperse.

Antes que el mal asome,
ponle la solución correspondiente.
Antes que estalle el caos,
comparte la armonía inteligente.

El árbol infinito fue hace poco
sólo un ínfimo germen,
y la torre que abraza las estrellas
un pedazo de tierra simplemente.

Sabemos que el camino
más largo con un paso empieza siempre.
Quien la acción apresura nada gana
porque todo lo pierde,
en tanto en su agonía
fracasa el que retiene.

El santo, que no actúa, no fracasa,
para sí nada toma y nada pierde.

A menudo fracasa en el instante
de acertar quien emprende
un negocio. Y en cambio es victorioso
el santo que mantiene
lo mismo en su principio que al final
su nobleza prudente.

El deseo del santo es no-deseo.
Como es rico, no aprecia enriquecerse,
que aquel que a nada aspira,
aunque no se le ve, todo lo tiene.
Todo sabe aprender,
todo lo desaprende.
Y sin inmiscuirse en sus pequeños
universos, a todos favorece.

Lao Tsé

LXV

Los maestros del Tao, antiguamente,
no buscaban milagros en las almas
de su pueblo ignorante.

El que pone las cosas complicadas
con esa paradoja
que le concede su agudeza rara;
el que se vale de su inteligencia
para guiar al pueblo siempre falla,
y aquel que en ningún modo la precisa
evidencia la fuerza de su magia.

Quien lo sabe y lo vive,
ya tiene la batalla
pacífica de gobernar al pueblo
triunfalmente acabada.

Y alberga la suprema
virtud profunda y vasta,
que danzando en los usos de las gentes
la armonía infinita les alcanza.

Lao Tsé

LXVI

Reina el mar y sus ríos
sobre todos los valles y montañas
porque, dejando a un lado las patrañas,
les dan de corazón sus albedríos,
con esa entrega pura
que exhibe con orgullo la Natura.

Igualmente sucede con el santo
que aspira a dirigir al pueblo suyo:
debe vencer cualquier absurdo orgullo
y descubrir la magia y el encanto
de su gente sencilla, y esas alas
que de las almas buenas y las malas
apuntan en quietud cada capullo.

Así consigue eso:
triunfar del mejor modo,
que es victoria de todos y de todo,
sin que a ninguno aplaste por su peso.
E igual la más inquieta
como la gente mansa,
disfruta y no se cansa
de aprender de su santo y su poeta,
el glorioso profeta
que como no ve en nada su contrario
nadie halla nunca en él un adversario.

Lao Tsé

LXVII

Todo el mundo que alaba mi verdad,
resalta su grandeza,
y esa autenticidad
que permite que a nada se parezca.
Está evidente que si hubiera algo
que se le pareciera,
hace ya mucho tiempo
que sería pequeña.

Tres tesoros albergo y elaboro:
amor es el primero,
el segundo la lógica económica
y la humildad sencilla es el tercero.
Lleno de amor, valor jamás me falta.
De todo me desprendo,
pues me hace generoso ser ecónomo.
Como nunca pretendo
meta alguna, no hay meta que no alcance...
Siempre soy el primero sin quererlo.

El hombre valeroso
que es del amor ajeno,
el generoso sin economía
y el jefe que es soberbio, ya están muertos.

Aquel que por amor combate, triunfa,
y deja la amenaza siempre lejos
quien se defiende por amor: le ofrenda
su protección el Cielo.

Lao Tsé

LXVIII

Un jefe militar no es belicoso
si es de verdad un militar y un jefe.
Y el guerrero jamás es iracundo
si es un guerrero auténtico.
El conductor de un pueblo de verdad
sabe mirar al pueblo por abajo.

Allí está la virtud
y no el enfrentamiento.
En ello encuentra cuanto
lo capacita para conducirlo.

Y en realidad lo que halla es la armonía
con las leyes del Cielo.

Lao Tsé

LXIX

Decía un estratega de los viejos:
Yo no tomo jamás la iniciativa,
pacientemente espero. Nunca avanzo
un palmo, antes prefiero
retroceder un pie.

Esto hace quien progresa aunque no avance;
rechaza sin sus brazos;
sin agredir, responde,
y se opone sin armas.

Tener en baja estima al enemigo
se convierte en el enemigo más
peligroso de todos.

Si dos ejércitos batallan, siempre
triunfa la compasión o ambos sucumben.

Lao Tsé

LXX

Son muy sencillos todos mis preceptos,
y es fácil practicarlos.
Sin embargo, no pueden comprenderlos
ni quieren practicarlos.

Tienen principio mis preceptos,
y albergan siempre su sentido.
Mas nadie ve su sencillez, y sigo
desconocido por el mundo entero.

Los pocos que conocen a Lao Tsé
son pocos pero mucho en su nobleza...
El santo en sus harapos siempre oculta
los enormes tesoros de su alma.

Lao Tsé

LXXI

Quien conoce, conoce
que no conoce, y el que no conoce
que conoce, conoce y se equivoca.

El que tiene conciencia de su error,
por eso es que lo evita.

Jamás el santo se equivoca, porque
tiene conciencia del error, conciencia
que le libera de equivocaciones.

Lao Tsé