XXVIII

El que recuerda la infancia
perenne del corazón,
se embriaga con la fragancia
que no cesa en su constancia
de toda la Creación.

Sé como el fin del delfín:
lúdico, cómico, mágico,
que el mundo es gustirrinín,
cuando, ajeno de lo trágico,
pone a su principio fin.

Aprende del santo, quien,
comprendiendo al mequetrefe,
de los suyos, por su bien,
sin quererlo, se hace jefe,
aunque el Jefe es Dios... ¡Amén!

Lao Tsé

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