LXXVII

El Camino del Cielo no funciona
como aquel que lo apunta con su arco.
Desciende en su verdad de las estrellas
y hace que vuele a sí lo terrenal.
Aquello que nos sobra lo disipa
igual que las carencias que arrastremos.

El Camino del Cielo es equilibrio,
justicia, proporción y plenitud.
Bien distinto es aquel del ser humano
que roba sus harapos al mendigo
y remienda con ellos los bolsillos
repletos de monedas del pudiente.

Tan sólo aquel que abraza el Tao puede
al prójimo ofrendar lo prescindible.
El Santo nunca aguarda recompensas,
no engarza el corazón a sus acciones
y es invisible su razón sagrada.

Lao Tsé

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